Aunque rara vez nos detenemos analizar este punto con detalle, es innegable que el arte requiere, como característica indispensable, una cierta permanencia en el tiempo. Esta característica es reconocida intuitivamente por el espectador, a tal grado que llegamos a considerar cualquier expresión artística como objetos estáticos por naturaleza: pinturas, esculturas y obras arquitectónicas son identificadas como entes inmutables, e incluso otras, como la música y la literatura, aunque son formas de expresión artística más fluidas, no logran sacudirse completamente de esa imagen.
Esta es una primera razón por la cual las artes secuenciales reciben tan poca consideración como verdaderas formas de expresión artística, a pesar de que son las que tienen un contacto más cercano con la gran mayoría de los espectadores.
Para dar una definición concreta de lo que es el arte secuencial, diríamos que es una forma de expresión que nace con la combinación de varias formas artísticas, manifestadas en forma segmentada. Si bien cada una de sus partes tiene un valor estético en sí mismo (el dibujo, la narración, el argumento, etc.), al integrarse en un conjunto adquieren una forma distinta (y mucho más rica) a las partes que lo conforman.
Curiosamente, las dos formas más representativas del arte secuencial no sólo surgieron de forma casi simultanea, sino que son muy similares en su lenguaje: el cine y el cómic; Las dos son formas de narración basada en imágenes, y comparten un mismo lenguaje, e incluso un mismo principio. De las películas se ocupa Chucho, en defensa del cómic yo trataré de decir lo siguiente.
El cómic, visto como algo más que un cuento para niños, se forma a través de una serie de dibujos secuenciados (y enriquecidos cada vez más por procesos de entintado y aplicación de colores por computadora que son formas de arte en sí mismas), dichos dibujos, conocidos también como viñetas, están unidos por una narración preestablecida, un argumento que les da un significado distinto al de simples imágenes visuales. En el cine la base está constituida por fotografías secuenciadas también alrededor de un argumento que las nutre y les da sentido.
Los detractores del cómic argumentan que se trata de una subliteratura, pues los textos que utiliza son mínimos en comparación a los que maneja un cuento o una novela. Sin embargo, al englobarlo dentro del concepto de arte secuencial podemos percibir lo erróneo de tal afirmación, pues dicho texto sólo es importante como parte de la viñeta. Un solo panel bien dibujado, puede ser apreciado por su calidad visual, pero no aporta nada más sin la historia que lo enriquece y le da sentido.
El cine y la radio ya ostentan los títulos de séptimo y octavo arte (aunque ésta última haya perdido tal consideración en la actualidad y los videojuegos luchen por conseguirla). El cómic, sin lugar a dudas, merece ser considerado la novena de las bellas artes, ya que, junto con el cine nos demuestra algo vital: que la expresión artística no tiene que ser necesariamente estática, sino que muchas veces alcanza un mayor valor cuando forma parte de una cadena.
Esta es una primera razón por la cual las artes secuenciales reciben tan poca consideración como verdaderas formas de expresión artística, a pesar de que son las que tienen un contacto más cercano con la gran mayoría de los espectadores.
Para dar una definición concreta de lo que es el arte secuencial, diríamos que es una forma de expresión que nace con la combinación de varias formas artísticas, manifestadas en forma segmentada. Si bien cada una de sus partes tiene un valor estético en sí mismo (el dibujo, la narración, el argumento, etc.), al integrarse en un conjunto adquieren una forma distinta (y mucho más rica) a las partes que lo conforman.
Curiosamente, las dos formas más representativas del arte secuencial no sólo surgieron de forma casi simultanea, sino que son muy similares en su lenguaje: el cine y el cómic; Las dos son formas de narración basada en imágenes, y comparten un mismo lenguaje, e incluso un mismo principio. De las películas se ocupa Chucho, en defensa del cómic yo trataré de decir lo siguiente.
El cómic, visto como algo más que un cuento para niños, se forma a través de una serie de dibujos secuenciados (y enriquecidos cada vez más por procesos de entintado y aplicación de colores por computadora que son formas de arte en sí mismas), dichos dibujos, conocidos también como viñetas, están unidos por una narración preestablecida, un argumento que les da un significado distinto al de simples imágenes visuales. En el cine la base está constituida por fotografías secuenciadas también alrededor de un argumento que las nutre y les da sentido.
Los detractores del cómic argumentan que se trata de una subliteratura, pues los textos que utiliza son mínimos en comparación a los que maneja un cuento o una novela. Sin embargo, al englobarlo dentro del concepto de arte secuencial podemos percibir lo erróneo de tal afirmación, pues dicho texto sólo es importante como parte de la viñeta. Un solo panel bien dibujado, puede ser apreciado por su calidad visual, pero no aporta nada más sin la historia que lo enriquece y le da sentido.
El cine y la radio ya ostentan los títulos de séptimo y octavo arte (aunque ésta última haya perdido tal consideración en la actualidad y los videojuegos luchen por conseguirla). El cómic, sin lugar a dudas, merece ser considerado la novena de las bellas artes, ya que, junto con el cine nos demuestra algo vital: que la expresión artística no tiene que ser necesariamente estática, sino que muchas veces alcanza un mayor valor cuando forma parte de una cadena.
<< Home