domingo, marzo 14, 2004

La diatriba diaria sobre las obsesiones:

El público cautivo habrá notado a estas alturas la falta de una continuidad en los posts. Esto no tiene otra explicación que mi pereza y la falta de un tema sobre el cual comentar. Viviendo al otro lado del mundo uno pensaría que tendría distintas cosas que hacer, pero me he dado cuenta que los seres humanos somos criaturas de costumbres y que difícilmente las podemos dejar. En mi caso, muchas de mis costumbres rayan en el punto de la obsesión.

Recientemente superé la obsesión por averiguar qué era lo que hacía que mi computadora se trabara todo el tiempo con funestas consecuencias para mi gruñón y usual estado de ánimo. Entre otras, mis actuales obsesiones son: terminar el juego de la semana, lograr encontrar temas para postear al menos una vez al día, acabar de una buena vez La llamada de Chtulu, de H.P. Lovecraft, y escribir una historia interesante sobre mis vampiros victorianos para jugar este sábado.

A mi alrededor también se pueden ver ejemplos de las obsesiones del ser humano: sin ánimo de ofender, sorprende el impacto que ha tenido para los españoles la terrible serie de atentados de finales de la semana pasada. Me sorprende también cómo ese mismo ánimo obsesivo es el que les permitirá seguir adelante y continuar con sus vidas. El trabajo, la familia, las cuentas, los amigos, los pequeños placeres de la vida diaria.

Más de doscientas personas murieron la semana pasada, muchas de ellas seguramente tenían asuntos que nunca pudieron concluir. Y sin embargo, la vida sigue, y lo mejor que podemos los que seguimos vivos es seguir adelante, no podemos permitir que el miedo paralice nuestras vidas y nos haga ser presas del obsesivo anarquismo de un grupo de cobardes.

Yo por ejemplo, utilizao el tren para realizar no menos de 15 viajes por semana a distintos puntos de la ciudad o sus cercanías. Si permitiera que un grupo radical me asustara lo demasiado como para evitar siquiera ir a la escuela (y justificar mi estadía en este país extraño y familiar a la vez), estaría otorgándoles un control sobre mi vida que nadie puede permitirse. Su objetivo fue infundir miedo y confusión, su resultado fue despertar indignación y darle a la gente más razones para seguir viviendo y luchando.

Cuando empecé este post no esperaba caer en lo que pareciera una moda obsesiva desde hace dos años: el rechazo a la violencia y el terrorismo como una posible solución a cualquier problema. Lo cierto es que, más que una moda, el deseo de vivir en paz y luchar día con día por cumplir nuestras pequeñas obsesiones es razón más que suficiente para solidarizarme con las víctimas y sus familiares.

Sin importar qué tan cercano nos haya sido este suceso, creo que todos tenemos en él un buen recordatorio de lo frágil que es la vida y de lo mucho que tenemos que agradecer por seguir teniéndola.

La música obsesiva de la semana: Amy Grant - Simple things