miércoles, abril 07, 2004

La cité des enfants perdus
De Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet

La ciudad de los niños perdidos, donde “felices para siempre” es sólo un sueño… es el eslogan que acompañaba los carteles de esta confusa pero mágica y fascinante historia, que el año próximo umplirá 10 años de haber visto la luz.

En esta cinta las fantásticas visiones de los cineastas Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet alcanzan su mejor momento en lo que puede ser mejor descrito como un cuento de hadas para adultos. Esta película recrea de manera sorprendente una vívida, alucinante y amenazadora fantasía, en medio de una ciudad en un perpetuo crepúsculo.

Tras la bizarra escena inicial, con un Santa Clós de pesadilla, los directores nos sumergen en un derruido pueblo costero, donde un forzudo de circo, llamado simplemente One (interpretado por Ron Perlman), recorre los muelles y callejones en busca de su hermano pequeño, quien le fue arrebatado por una misteriosa pandilla que ya se ha robado a otros niños del pueblo.

Más allá de los muelles, y casi en mar abierto, se nos muestra un enigmático “castillo” (que sería más bien una especie de plataforma petrolera), donde vive el malvado científico Krank (Daniel Emilfork).

Este clásico y torturado científico loco ha perdido la habilidad para soñar, y por ello decide robar las visiones nocturnas de los niños que secuestra, esperando con ello retrasar su avanzado envejecimiento.

Otros extraños personajes acompañan a Krank, incluyendo a unas malvadas siamesas, los seis clonados sirvientes del científico (todos interpretados por el memorable Dominique Pinon, que, entre otras cintas, ha aparecido en Delicatessen y Amèlie), así como un cerebro gigante a quien Jean-Louis Trintignant le da voz.

Aún así, de entre todos los personajes de la cinta yo tengo que quedarme con dos favoritos: uno es la preciosa Miett (Judith Vittet), la pequeña ladronzuela y compañera de aventuras de One a lo largo de la cinta, quien terminará haciéndose su mejor amiga y resulta uno de los hilos conductores de la historia, además de robar cámara en cada escena en la que aparece.

El otro es sin lugar a dudas el organillero que trabaja para las siamesas, quien al ritmo de una perturbadora melodía de Angelo Badalamenti envía a sus pulgas entrenadas para realizar los más variados trabajos.

Con todo lo confusa que puede resultar esta cinta, definitivamente vale la pena verla, y si como a mí les gustan las historias extrañas y originales, coincidirán en que vale la pena verla más de dos veces.

¿Por qué ver esta cinta? Para empezar porque nunca está de más ver una historia original y divertida, además de aprovechar que seguramente el año que entra se lanzará una edición especial conmemorando su primera década. Los escenarios, las actuaciones, la música, los personajes, y Miett en particular, hacen de esta una historia que nadie debe perderse.