lunes, abril 12, 2004

Mientras tanto, desde lo alto del Gólgota/Tibidabo:

Terminado el viacrucis personal de este servidor, se impone una breve explicación: Para los que no tengan una idea general de la geografía de Barcelona, básteles saber que en un extremo están la playa y el mar (fríos por cierto, no se antoja ir) y en el otro la montaña, cerca de la cual vivo yo.

En dicha montaña hay un punto turístico, llamado Tibidabo, con una iglesia de estilo gótico, un derruído parque de diversiones y una vista bastante decente de la ciudad. Tomando eso como referencia ya podrán entender la frase introductoria del post del día, de nuevo recuerden que está relacionada con el viacrucis que ya adelantaba hace un par de días.

Procedamos pues:

Dramatis personae (los actores de este drama): El viacrucero y narrador del mismo, su coprotagonista femenina, la prima de el, el porcentaje racial para que se vea nuestra diversidad políticamente correcta (léase BB), Sayra, la amiga de mi novia a la que amablemente recibimos, y "Grace" (si es que se escribe así), la compañera de Sayra y prueba viviente de que se puede ser fresa y tener rasgos mestizoides.

Prólogo: Recoger a las invitadas forzadas es algo que no estaba planeado. Tras comer el viernes por la tarde con un amigo, mi prima y mi novia, y mientras le mostrábamos la ciudad a la segunda, nos llegó la llamada de Sayra, que había llegado a Barcelona de emergencia (esperen la reseña de su emergencia en otro post) y como amables anfitriones que somos le ofrecimos quedarse con nosotros e ir por ella. No contábamos con que trajera acompañante, así que los dos voluntariosos hombres del grupo tuvimos que cargar con las maletas hasta la casa. Creo que no hubo algo realmente relevante esa noche así que sigamos con el viacrucis.

Día uno, primera estación de la pasión: El dictamen original ya se adelantaba tenso, y no fallé. Lo primero de lo que me dí cuenta es que es un enorme problema poder ir al baño en una casa llena de mujeres, que en promedio deben tener una vejiga 3/4 partes que la de los hombres. A esto súmenle que el boiler del departamento es eléctrico y más pequeño que un motor de licuadora, por lo que, entre que las invitadas se arreglaban para turistear y todo mundo iba al baño, mis necesidades debieron ser ampliamente contenidas y no me pude bañar hasta las 5 o 6 de la tarde.

Segunda estación: Uno pensaría que con la casa llena de mujeres al menos habría algo de limpieza. Error. Con un par de invitadas fresas y malhechas, que para esto no dejan de tragar todo el pinche día, la cocina vio pasar platos y platos y vasos y vasos que mi coprotagnista y yo, en un esfuerzo por ser buenos anfitriones, tuvimos que lavar.

Tercera estación: Estaba pensando el otro día cómo hasta las buenas maneras se han visto afectadas por la sociedad de la información. Muchos estarán de acuerdo que para nuestra generación es una muestra de buena educación el que, si tienes invitados en tu casa y también tienes acceso a internet, se los ofrezcas cuando gusten para comunicarse a su casa o hacer cualquier pendejada de las que uno suele hacer en la red, como crear un blog que luego da hueva actualizar.

En fin, tras nuestra obligada muestra de cortesía todo pareció ir bien. Pero de nuevo, no esperábamos que nuestras invitadas aún fueran un par de niñas malcriadas que ponen su bienestar antes que cualquier otra cosa. Grace en particular, la amiga de la amiga de mi novia, aprovechaba cualquier momento en que te levantaras al baño o a cualquier otra cosa para posesionarse de cualquiera de las computadoras, con la consiguiente cara de mta de un servidor o su novia.

Cuarta estación, noche de fiesta: El mejor momento paz, semejante al brevísimo "descanso" (toda proporción guardada y sin ánimo de ofender conciencias) que Jesús tuvo cuando le ayudaron a cargar la cruz, fue cuando la invitadas, mi prima y mi novia se arreglaron para salir al antro la noche del sábado. Realmente fue gracioso escuchar 4 veces o más el "no tengo que ponerme" y verlas a todas tratando de arreglarse, para que luego aquí los antros fueran cualquier pinche cuarto cerrado con un mínimo de ventilación y cero formalidades.

No hubo muchos eventos relevantes (salvo los encuerados mamados que formaban parte del show del primer antro) hasta que las invitadas se empezaron a hartar y querían conocer otro antro. La cara de irritación de mi coprotagonista me dio a entender que a ella le caga eso de andar cambiando de lugar si ya pagaste cover en uno. En fin, las entradas y las bebidas no están tan caras y había un buen atractivo visual como para que un servidor se entretuviera en los ligares visitados sin hacer mucho más que acabarse su bebida.

En fin, que mientras cambiábamos de un antro al otro, salió a relucir de nuevo la pequeñísima vejiga femenina, y con cuatro mujeres mionas que ya no aguantaban debido al frío, Alex (el amigo de la comida del viernes) y yo optamos por terminar metiéndonos a un antro que ya habíamos recorrido varias veces mientras las invitadas le encontraban peros a todos. Lo que hacen las ganas de ir al baño....

La noche terminó en la parada del camión, como a las 5:30 de la mañana, mientras (de nuevo) las invitadas estaban que se miaban mientras esperábamos que abrieran el metro o pasara el primer camión del día. Total que el par de niñas malcriadas optaron por regresarse antes a la casa con tal de vaciar como por centésimas vez en la noche su mini vejiga.

Las siguientes estaciones de la pasión, correspondientes a ayer domingo, son más o menos una repetición de lo anterior: baño lleno, compus secuestradas, platos sucios y una hueva generalizada, hasta el momento en que los amables anfitriones, con toda nuestra hueva dominguera, nos vimos arrastrados a bañarnos y acompañar a las invitadas a la estación de camiones. De nuevo la cargadera de maletas y en general nada muy relevante hasta que cenamos unas merecidas hamburguesas y rematamos con unos waflecillos a medianoche. No pudo haber mejor final para el domingo de resurrección de mi paz y serenidad.

Y en el póximo episodio: Detalles de la "eventualidad" que terminó incrustándonos al par de invitadas, la prometida reseña de Watchmen, y un primer intento para intentar contestar la petición del sentido de la vida en cinco palabras o menos.